LA PARADOJA DE LA AGRESIÓN SANITARIA: CUANDO EL AGREDIDO SE ESTÁ DEJANDO LA SALUD CUIDANDO LA DEL AGRESOR.


LA PARADOJA DE LA AGRESIÓN SANITARIA: CUANDO EL AGREDIDO SE ESTÁ DEJANDO LA SALUD CUIDANDO LA DEL AGRESOR.


Una paradoja (del latín paradoxa, ‘lo contrario a la opinión común’) o antilogía es una idea lógicamente contradictoria u opuesta a lo que se considera verdadero a la opinión general.1​ También se considera paradoja a una proposición en apariencia falsa o que infringe el sentido común, pero no conlleva una contradicción lógica, en contraposición a un sofisma que solo aparenta ser un razonamiento válido (dice la Wikipedia)...


Las agresiones a sanitarios son una lacra que no ha dejado de crecer las últimas décadas, son la paradoja del pirómano que le mete fuego al bombero, la paradoja del que mete cubos de agua en un barco que se hunde, es la paradoja de la agresión de Shrödinger, que está pero no está al mismo tiempo, que se produce pero queda en la sombra, carente de toda visibilidad, es una paradoja espacio tiempo, en concreto la que se da en un espacio reducido (una consulta) y con poco tiempo (sobrecarga asistencial), “la paradoja de maltratar al que cuida”,  y, con tanta paradoja, nos daría para una canción de Fito, pero no está la cosa, precisamente, para dar un concierto.



Pero… ¿por qué se producen? Pues lógicamente, en la mayor parte de los casos, son el fruto de la “mente brillante” del energúmeno maleducado cuyo único recurso es la violencia, pero no es tan simple. Mirando atrás, hemos pasado de una situación de respeto a la figura del médico y sobre todo a su conocimiento, a otra, en la que el Galeno es sólo un medio, un objeto, con el que conseguir algunos intereses… “Quizás”, lease con sarcasmo, este cambio ha sido auspiciado por algunos políticos y su debilidad por las alpargatas, pero hay una auténtica línea continuista en la que se promete derecho a todo y se entierran los deberes, una línea en la que un servicio público de inestimable valor social, se somete a los intereses políticos de la cabeza pensante de turno, una línea, en la que lo principal no es el fomento de la salud, sino la captación de votos, o lo que es aún peor, hacer negocio. De esta manera, se genera una diferencia entre expectativas al paciente, y la realidad, que fomenta que los energúmenos neandertales de lomo plateado, hagan cortocircuito de forma precoz ante su nula capacidad cerebral para gestionar la frustración… Es la paradoja de ofrecerle al virtuoso músico una guitarra con las cuerdas rotas y prometerle al público "el mejor concierto del mundo". Pero… ¿alguien es consciente del daño que esto provoca? No sólo hacia la persona del facultativo, sino hacia la sociedad: cuando un individuo agrede al médico, el colectivo pierde, muchos pierden a su médico de familia, su cirujano o a su internista, durante un tiempo indeterminado.



Aunque profundizando en el tema ¿las agresiones se producen sólo por los pacientes?... Faltaría más, ahí tenemos la gestión durante decenios de la administración pública, la misma que deriva en profesionales realizando 10-12 guardias en un mes, superando con creces las 200 horas de trabajo mensual, en concreto de un trabajo del que dependen vidas humanas ¿Acaso no es eso una agresión?. Este puñetazo administrativo, no te deja el ojo morado, no, directamente produce patologías; mentales (depresión, ansiedad, burnout, insomnio) y orgánicas (aumento de riesgo cardiovascular, arritmias, neoplasias…) Y se cierra el círculo: el paciente, frustrado, se encuentra con un médico frustrado, enfermo, y, aparece la tormenta perfecta, y vuelve a darse la paradoja, concretamente la del deprimido que debe tratar una depresión, o en general la del enfermo que debe tratar a un paciente. En definitiva, el sanitario se ha convertido en un producto de consumo como cualquier otro, y la politización de la Sanidad Pública ha dado lugar a una suerte de mercadeo de carne humana en la que tanto profesional como paciente son sólo un número más.






Sin duda, esta paradoja es un grave problema, que requiere unas respuestas a corto plazo (sociales, políticas y jurídicas -las penas son insuficientes-) y más aún respuestas a largo (volver a dignificar la profesión, que tras tantos años de demolición no se podrá reconstruir de un día para otro, y la inversión en educación, para que ciertos especímenes próximos al eslabón perdido, comprendan que la violencia no es el camino).




Pedro Jiménez Cabrero

Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria

Vocal de médicos sin plaza en Sindicato Médico de Córdoba Federación


















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