DE EXPECTATIVAS, VOCACIÓN, SOLIDARIDAD Y MEDICINA

 DE EXPECTATIVAS, VOCACIÓN, SOLIDARIDAD Y MEDICINA



La expectativas en el trabajo



Cuando cualquier persona se plantea un deseo, un objetivo, una meta, o incluso un trabajo, automáticamente, se generan unas expectativas. Las expectativas de muchos jóvenes estudiantes de medicina o profesionales novel, no son otras que la de dar rienda suelta a una carrera atractiva, con un plus vocacional, no son otras que ser un valioso activo social y poder mejorar la salud de otras personas aprendiendo cada día en una formación continuada que es de por vida, no son otras que poder desempeñar “la profesión más bonita del mundo” con dignidad, con medios y tiempo para los pacientes. Sin embargo, estas expectativas no llevan implícito renunciar a otras no relacionadas con la materia, como puedan ser tener tiempo para los hijos, pagar una hipoteca o tener un estilo de vida saludable.





Supone un verdadero trauma que no es precisamente pasajero ese momento por el que todos los profesionales pasan de expectativas Vs realidad. De repente se encuentran en un sistema voraz, masificado, mal gestionado, en el que no hay tiempo para los pacientes, en el que con frecuencia un número indecente de guardias/jornada complementaria, en el que no hay recursos y medios suficientes en forma de tiempo (la historia clínica y la exploración son el 80% del diagnóstico) y accesibilidad a recursos diagnósticos y unos contratos precarios e inestables, comienzan a crear un conflicto de interés con la conciliación familiar o con la propia salud del profesional. El profesional se ve expuesto a una frustración continua, que comparte con unos pacientes, también frustrados porque no se cumplen las expectativas que a pecho descubierto les prometieron unos temerarios y oportunistas políticos.


Así, muchos profesionales comienzan a ver truncado parte de su proyecto de vida, y lo que es peor, su propia salud, ya sea por medio orgánico (hipertensión, arritmias, riesgo aumentado de eventos cardiovasculares…) o por patologías mentales (ansiedad, depresión, burnout) llegando con excesiva frecuencia a la kafkiana paradoja de que el médico está más enfermo que el propio paciente que atiende. Todos esto, hace que ese plus, ese atractivo que llamamos vocación y que se ha romantizado en exceso, también se desgaste, ya que no es un elemento más duro que el diamante, ni es inmune al desgaste o la corrosión por el ácido del hartazgo profesional y personal.





La expectativa de trabajo



Guardias, esa condena que implica penosidad y nocturnidad mal reconocida en turnos de 24h sin la cual, el sueldo de los facultativos sería irrisorio teniendo en cuenta su nivel formativo y su responsabilidad civil. El concepto de guardia, sobre todo en el ámbito de las urgencias y emergencias, quizás el más penoso, debería implicar una situación de expectativa de trabajo, en el que un profesional se encuentra disponible ante una adversidad, al igual que un bombero se encuentra disponible si aparece un fuego, o un anciano se ha quedado encerrado en su casa. Si surgen de madrugada 5 incendios a modo de infartos, accidentes, ictus… es nuestro deber estar ahí, y estaremos dándolo todo. Sin embargo, la situación de muchos compañeros, especialmente en urgencias, es que las guardias se convierten en trabajo a destajo, y la situación de extenuación o tener varios incendios seguidos, que debería ser excepcional, se vuelve la norma, machacando una vez más la vitalidad y la salud del propio profesional. Una vez más, los políticos de turno devaluaron al médico, prometiendo una inmediatez esteril (ineficaz, aporta poco al fomento de la salud) con fines exclusivamente, ya no políticos, sino partidistas.




La solidaridad


Todo esto ha llevado, mediante un sistema corrupto y masacrado por la intervención no política, sino lo que es aún peor, partidista, a un sistema insolidario, insostenible, en el que no recibe más tiempo quien más lo necesita. Una inmediatez esteril para todo, ha llevado a que no se dedique suficiente tiempo a los pacientes más frágiles (ancianos, pluripatológicos, patologías graves) o incluso en el ámbito de las urgencias a las situaciones más vitales. El tiempo es el que es, y los recursos son los que son. Es momento de replantear las cosas, es momento de que los políticos escuchen, porque ni  han escuchado a profesionales, ni han escuchado a la ciudadanía. Es momento de priorizar, de solidarizar el sistema, para adecuar los recursos a la población, y que quien más lo necesita, reciba lo que precisa.



Pregunten a la población que sanidad quiere tener:


¿Quieren que los atienda un médico enfermo?

¿Quieren que los atienda un médico exhausto?

¿Quieren que ante una urgencia vital, quien los atienda sea un médico agotado?

¿Quieren que si enferman gravemente, no existan los recursos adecuados para su atención?

¿Quieren un sistema solidario?



Si consideramos la medicina como una ciencia que permite el arte, el médico, es un artista que se dedica a pintar salud sobre el lienzo de un paciente. Con tiempo y recursos se puede pintar una auténtica obra de arte; sin tiempo, no se puede pedir más que un garabato pueril o abstracto.


Con todo lo expuesto, es comprensible la fuga de profesionales hacia el extranjero, hecho que agravará de manera importante la ola de jubilaciones que viene. No sabemos quien o quienes acabarán entregando la cuchara en un sistema que se deteriora cada día, lo que sí sabemos es que muchos acabarán entregando el fonendoscopio.




Pedro Jiménez Cabrero

Médico Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria

Vocal de Médicos sin plaza fija en Sindicato Médico de Córdoba Federación


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